¿Qué pasó con el Chupacabras? El ser vampírico que parecía surgido de un bestiario medieval había hecho su aparición en 1995 en Puerto Rico para luego viajar por gran parte de México y Centroamérica aterrorizando a todo aquel a su paso. Bípedo, de 1,20-1,50 metros de altura, con largas garras y un lomo cubierto de espinas, el Chupacabras tomó su nombre de la sangre que chupaba, como un vampiro, del cuello del ganado, como cabras, ovejas y vacas. Un monstruo que atemorizó y que desapareció tan repentinamente como había aparecido.
El Chupacabras aparece a finales del milenio, réplica de los seres monstruosos que habían poblado la imaginación popular en vísperas del año 1000. El “Liber monstrorum de diversis generibus” escrito por un cronista anónimo de la corte de Carlomagno abrió el cofre que contenía estos monstruos que poblaban los bosques, los mares, las noches, pero sobre todo la imaginación del hombre medieval. Los hipocentauros, las epístiges, las mujere con la cola de bovino y patas de camello, fantásticas criaturas zoomorfas o híbridas, habían llegado para alimentar los miedos del hombre medieval. La misma Biblia fue tomada como texto esencial sobre el tema: el basilisco, el Behemot, el Leviatán, el dragín de siete cabezas del Apocalipsis eran criaturas vivas y veraces, dispuestas a castigar al individuo o a la humanidad en conjunto. Desde la escritura del “Liber monstrorum”, la presencia de estos seres monstruosos ha sido asociada con el Mal, con el Demonio que se manifestaba en diferentes formas para advertirnos de quel el fin estaba cerca.
Los terrores generalizados del fin del milenio (“mille o non più mille” del Renacimiento) nacidos en una época de percepción limitada del mundo, debían reaparecer también en la proximidad del nuevo cambio de calendario. La locura milenarista, a pesar de los diez siglos de por medio, ha vuelto a crear teorías conspirativas y monstruos para justificar el inminente fin del mundo. El calendario maya, los suicidios masivos ocurridos antes del año 2000, the millennium bug, eran parte del mismo universo imaginario que generó al Chupacabras en América Latina.
Al igual que las fantásticas criaturas que surgieron con vistas al año Mil, el Chupacabras se convirtió rápidamente en una señal del fin de los tiempos, de las tragedias que nos esperaban al llegar el año 2000. En la era de Internet, la fama de la bestia, que algunos incluso señalaron como una criatura extraterrestre, se ha extendido a gran velocidad. Sus avistamientos han ocurrido casi en todas partes (en cada rincón de Estados Unidos, desde Maine hasta Chile, con viajes fuera de la ciudad a Filipinas, Ucrania y Rusia) como testimonio de la locura colectiva que, gracias a Internet, se había apoderado de miles de personas. El Chupacabras había aparecido para aterrorizar, castigar y humillar a la humanidad. Esperaba que su naturaleza vampírica pasara de los animales a los humanos en cualquier momento, tal vez acompañada de algunas abducciones en naves extraterrestres.
El fenómeno, que fue un río embravecido alrededor del año 2000, se desinfló cuando entramos en el milenio. El Chupacabras, una vez pasada la moda milenaria, desapareció. Alguien se tomó la molestia de estudiar el fenómeno desde un punto de vista científico. Se encontraron al menos doce cadáveres de Chupacabras y se enviáron para su análisis. El ADN es despiadado. Los restos de la criatura sobrenatural pertecen a perros salvajes y coyotes, irreconocibles por la sarna que los afligía. La ausencia total de sangre en las víctimas, el tipo de mordeduras, cada detalle coincide con la más mediocre investigación sobre el comportamiento animal. Ojalá nos hubieramos informado un poco más… Las teorías milenaristas han fracasado estrepitosamente, pero no es para tanto. Habiendo dejado de lado lo esotérico y esperado el tercer milenio, los amantes de las teorías conspirativas han encontrado algo para alimentar su vívida imaginación al abrazar las teorías de la conspiración con convicción.
El artículo en italiano:
https://maledettitropici.blogspot.com/2021/12/la-fine-ingloriosa-del-chupacabras.html