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GARIBALDI Y SU AVENTURA CENTROAMERICANA

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Fachada de la casa “La Sirena” en Granada (Nicaragua) donde se hospedó Giuseppe Garibaldi en 1851.
Casa “La Sirena”, Granada (Nicaragua) – alojamiento de Giuseppe Garibaldi durante su paso por Centroamérica en 1851.

Detrás del ábside de la Catedral de Granada, en Nicaragua, se encuentra una pequeña calle de unas decenas de metros, que comunica la famosa Calzada con la calle Caimito. Allí, incrustada entre las residencias curiales, hay una modesta casita que lleva una placa: “Aquí vivió Giuseppe Garibaldi en 1851”. En aquella época era una posada, “La casa de la Sirena” (y la calle todavía se llama así, calle la Sirena) propiedad de un francés y tuvo que ser reconstruida tras el incendio provocado en la ciudad por el filibustero William Walker en la guerra de 1856.

Garibaldi tenía 44 años cuando llegó a Nicaragua. Viene de Nueva York, en su camino de exiliado por la estéril defensa de la República Romana y la muerte de su compañera Anita durante la atrevida huida por las letales aguas de Comacchio. Había llegado a Estados Unidos desde Marruecos y había ayudado a Meucci en su fábrica de velas. Pero ese trabajo no era para él, estaba aburrido y en la primera ocasión se lanzó nuevamente al mar. La oportunidad le fue brindada por Francesco Carpaneto, un amigo que había equipado un vapor y comerciaba con América Central y del Sur. Eñ 28 de abril ambos partieron hacia Perú, pero tardarían meses en llegar. De hecho, deciden colocar algunos productos italianos, importados por Carpaneto, en la Feria de San Miguel en El Salvador y deciden establecerse por esto en la cercana Nicaragua.

Los dos italianos desembarcaron en San Juan del Sur el 14 de mayo de 1851 y se instalaron en Granada, en la casa situada detrás de la Catedral. Permanecieron aquí unos quince días, del 26 de mayo al 12 de junio, y luego regresaron varias veces durante sus andanzas. Garibaldi –que para evitar problemas con la policía se hace llamar Giuseppe Pane- tiene la oportunidad de visitar otros lugares de Nicaragua: Masaya, León, Chinandega y El Realejo. Adonde vaya deja testimonio de su laboriosidad. En Masaya participa como albañil en la reparación de una casa; en la comunidad indígena de Monimbó se entretiene dando consejos sobre como hacer cestas de cabuya; en Granada ofrece sus recomendaciones para montar una fábrica de velas. También, tiene tiempo para conocer a una viuda adinerada, la señora Mantilla, con quien pasa más tiempo del necesario, según los cronistas del tiempo.

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En Chinandega, el diplomático británico John Foster lo encuentra y luego escribe al cónsul general inglés de Centroamérica: “es muy modesto, con un grado extremo de sencillez”. Durante su estancia también se produjo uno de los numerosos golpes de estado que había en Nicaragua en aquella época, acontecimiento que, sin embargo, no inquietó a Garibaldi: los golpistas, de hecho, eran jacobinos y veían al nizardo como un héroe. Garibaldi amaba Granada, cuya Calzada fluía suavemente hacia el Gran Lago, porque la ciudad le recordaba un puerto marítimo. También, trataron de contratarlo como capitán del ferry Cocibolca, pero el obispo de León, vetó aquella ocurrencia.

Aunque no hay testimonio escrito, es casi seguro que Garibaldi aprovechó su estancia en Nicaragua para ir a Puntarenas, Costa Rica, a visitar Giovanni Battista Culiolo, el mayor Leggero que lo había acompañado en las trágicas vicisitudes de la huida de Roma y había presenciado la muerte de Anita. Culiolo, dejada Tánger, donde se había refugiado con Garibaldi, había decidido intentar la aventura en América Central. Habiéndose establecido en Costa Rica, también encontró tiempo unos años más tarde para alistarse en el ejército tico para luchar contra el mercenario William Walker, decisión que le costó el brazo derecho, amputado por un cañonazo enemigo.

Mientras tantos, los negocios con El Salvador no avanzan. A mediados de agosto Garibaldi anunció que dejaría Centroamérica rumbo a Perú y, en efecto, el 2 de septiembre se embarcó con su amigo Carpaneto. De toda esta actividad, cabe destacar que Garibaldi casi no hace mención de ella en sus “Memorias”. Escribe solo: “Estuvimos en Granada unos días y fuimos amablemente acogidos por algunos italianos que vivían allí”. Los datos en nuestro poder provienen de la historiografía local que, en cambio, es rica en detalles. Garibaldi, en cambio, aborda la aventura centroamericana en pocas líneas recordando, sin embargo, como, durante el viaje a través de Panamá, enfermó de dengue: “En este último viaje, me asaltaron las terribles fiebres endémicas de ese clima y de ese país salpicado de pantanos. Me fulminaron y me postraron –nunca me había sentido tan abatido por la enfermedad como en aquella época- y si no hubiera tenido la fortuna de conocer a algunos excelentes italianos –incluidos los hermanos Monti- en Panamá, y a varios estadounidenses, creo que no me habría librado de la enfermedad”.

En resumen, nuestro héroe corre el riesgo de morir y la unificación de Italia de encallarse en los pantanos panameños.

El artículo en italiano:

https://maledettitropici.blogspot.com/2022/01/lavventura-centroamericana-di-giuseppe.html

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