Deportaciones, prejuicios y leyes coloniales en Estados Unidos y en algunos paises d’Europa ponen en riesgo lo estado de derecho y el sentido de la palabra “democracia”
En el corazón de la llamada “mayor democracia del mundo”, los Estados Unidos, se están ejecutando actos que recuerdan más a regímenes autoritarios que a estados de derecho. Cientos de migrantes venezolanos — muchos de ellos personas LGBT+, sin antecedentes penales y culpables únicamente de tener tatuajes o apariencia no convencional — han sido deportados a El Salvador y encerrados en una de las cárceles más inhumanas del planeta, el CECOT. ¿La justificación? Supuestos vínculos con bandas criminales, sin pruebas, sin juicio, sin defensa legal. Todo bajo la cobertura de una ley de 1798: la Alien Enemies Act.
Una norma de tiempos coloniales, revivida por la administración Trump como arma legal para castigar migrantes. El criterio: apariencias, intuiciones, y prejuicios culturales. Una simple cruz tatuada, una flor, o una bandera, bastan para determinar la culpabilidad.
Deportaciones sin juicio, sin pruebas
Según el juez federal James Boasberg, la mayoría de los deportados no cometieron delito alguno. Algunos ni siquiera tuvieron la oportunidad de apelar su caso o ver a un abogado. Han sido transportados como mercancía en vuelos secretos hacia un sistema penitenciario que viola sistemáticamente los derechos humanos. Personas como Andry Hernández Romero, joven venezolano gay y maquillador, han sido marcados como “peligrosos” solo por sus tatuajes.
Las imágenes del CECOT son estremecedoras: cuerpos desnudos, cabezas rapadas, celdas sobrepobladas. Un espectáculo de control y humillación, condenado por Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos.
¿Democracia o autoritarismo con otro nombre?
Todo esto ocurre bajo la bandera de la “seguridad nacional”. Pero en realidad, es el uso de la ley como garrote, no como protección. Lo más alarmante es el amplio apoyo social a estas políticas. Millones de estadounidenses no ven contradicción entre la democracia y la deportación sin juicio, entre el estado de derecho y la criminalización de la pobreza y la diferencia.
Se olvida con demasiada facilidad que Estados Unidos nació de la migración masiva y del genocidio indígena, y que actuar fuera de la ley en nombre del orden no es propio de un Estado democrático, sino de un régimen autoritario con fachada electoral.
Europa: un espejo inquietante
Y lo más grave es que este no es un caso aislado. En Europa, especialmente en países como Italia, Grecia, Polonia, Hungría y España, se han documentado deportaciones sumarias, “pushbacks” en el mar o en las fronteras terrestres, y hasta abandonos forzados de migrantes en zonas desérticas o marítimas sin asistencia.
- En Grecia, guardacostas han sido filmados abandonando migrantes en botes inflables sin motor.
- En Italia, la criminalización de las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo ha sido parte de la política estatal.
- En Francia, se ha deportado a menores sin familia con procedimientos acelerados sin revisión judicial efectiva.
- En Australia, migrantes solicitantes de asilo han sido enviados a islas como Nauru o Manus, donde pasaron años sin juicio ni derecho de apelación.
Todo esto sucede en democracias autoproclamadas que defienden los derechos humanos en sus discursos, pero los niegan en sus prácticas migratorias.
¿El fin de la democracia como la conocemos?
Lo que está en juego no es solo el destino de algunos migrantes. Es el concepto mismo de democracia: ¿puede seguir llamándose democracia un país que actúa al margen de la legalidad, discrimina por origen o apariencia, y usa leyes de guerra para castigar la migración?
Cuando los derechos ya no son universales, sino selectivos. Cuando el acceso a la justicia depende del idioma, del color de piel o del país de origen. Cuando se tolera lo intolerable con la excusa del “control migratorio”. Entonces sí, la democracia ya no es más que una palabra hueca.
Y si no lo vemos hoy, puede que mañana los derechos que se niegan a los más vulnerables nos sean negados a todos.