En las últimas semanas, miles de usuarios en TikTok y Facebook se alarmaron ante la supuesta aparición de una “epidemia de VIH” en México. Las falsdades se difunden porque se confía en la ignorancia de los lectores y en el hecho de que la gente tiende a creer lo que le gusta.
Por qué creemos mentiras que pueden costar vidas? Los videos, con imágenes impactantes y voces en tono de urgencia, afirmaban que se trataba de un brote silencioso ocultado por las autoridades. Algunos incluso acusaban a los medios de complicidad y advertían a la población que “no se estaba diciendo toda la verdad”. Sin embargo, al revisar los datos oficiales, la realidad era muy diferente: los casos nuevos de VIH en el país han disminuido entre 2022 y 2024, según informes del propio gobierno y organizaciones independientes.
Todo depende de la desinformación sanitaria
Lo que parece un malentendido aislado es, en realidad, parte de un fenómeno mucho más amplio y peligroso: la desinformación sanitaria. En América Latina, como en muchas otras regiones del mundo, las fake news sobre temas de salud se han convertido en una verdadera plaga digital. Pero, ¿por qué se difunden tan rápido noticias falsas en un tema tan delicado? ¿Quién está detrás y qué se puede hacer para frenarlas?
La primera respuesta está en nuestra propia psicología. Las emociones fuertes como el miedo, la rabia o la ansiedad son grandes catalizadores de contenido viral. En medio de la incertidumbre, las personas tienden a compartir información alarmante sin verificarla, muchas veces creyendo que están ayudando a sus seres queridos. La ignorancia sobre cómo funciona una enfermedad o sobre los procesos de información confiable también alimenta esta cadena de errores. Y en un mundo hiperdigitalizado, un solo video puede alcanzar a millones de personas en cuestión de horas.
Los creadores de estos contenidos ganan dinero con los seguidores del video
Pero no todo se explica por la ingenuidad. En muchos casos, la desinformación se produce y se difunde de forma deliberada. Existen grupos que buscan generar desconfianza hacia las instituciones, sembrar caos social o manipular la opinión pública. Durante las elecciones, por ejemplo, es común ver cómo los discursos antivacunas o anti-ciencia se amplifican en ciertas redes, buscando desestabilizar gobiernos o imponer agendas ideológicas. En otros casos, el objetivo es económico: los creadores de estos contenidos ganan dinero gracias a la monetización de los clics, o promueven productos falsos como “curas naturales” que no tienen ninguna base científica.
Las plataformas digitales, como TikTok, Facebook o WhatsApp, han sido señaladas muchas veces como cómplices pasivas de este fenómeno. Si bien han tomado algunas medidas para frenar la circulación de contenido falso, lo cierto es que aún es fácil encontrar publicaciones engañosas que se viralizan sin control. En este escenario, los usuarios tienen un rol fundamental: pueden convertirse en “verificadores ciudadanos”, personas capaces de detener una mentira simplemente dejando de compartirla, reportando el contenido, o corrigiéndolo públicamente con enlaces a fuentes confiables.
Detectar las fake news no es tan dificil
Detectar una noticia falsa no es tan difícil como parece. Basta con hacerse algunas preguntas básicas: ¿quién publicó esta información?, ¿se cita alguna fuente oficial?, ¿otros medios reconocidos también la reportan?, ¿el mensaje genera pánico o parece diseñado para impactar emocionalmente? Muchas veces, una simple búsqueda en Google o el uso de herramientas de verificación de imágenes puede desmontar en segundos una mentira elaborada. Cuando una información de relevancia nacional o internacional no va acompañada de la cita de las fuentes, tened por seguro que podría ser falsa. Verificar antes de creer no cuesta nada, al contrario, es divertido desenmascarar a quienes quieren engañarnos como si fuéramos «tontos».
Castigos por los mentirosos sociales
A nivel institucional, algunos países latinoamericanos han comenzado a reaccionar con mayor firmeza. En México, por ejemplo, el Código Penal Federal castiga la difusión de información falsa que ponga en riesgo la salud pública con multas e incluso prisión. Colombia y Argentina también han avanzado en normativas contra la desinformación en el ámbito sanitario. Sin embargo, la legislación por sí sola no basta. Se necesitan campañas educativas sostenidas, alianzas entre ministerios de salud y redes sociales, y una estrategia activa de comunicación por parte de las autoridades, que no siempre reaccionan con la rapidez necesaria.
En paralelo, han surgido iniciativas esperanzadoras. Organizaciones como Verificado MX, Chequeado o Animal Político se dedican a desmentir rumores virales y explicar con claridad los hechos reales. Algunas plataformas comienzan a etiquetar contenidos sensibles y a reducir la visibilidad de los más peligrosos. Incluso algunos influencers han asumido el reto de combatir la desinformación desde dentro, utilizando sus cuentas para educar y concientizar a sus seguidores.
Un síntoma de enfermedad más profunda en la sociedad
La falsa epidemia de VIH en México es un caso que no debe tomarse a la ligera. No se trata solo de una anécdota más en el mar de noticias digitales. Es un síntoma de una enfermedad más profunda: la fragilidad de nuestro ecosistema informativo, y la necesidad urgente de fortalecerlo. Porque la verdad, en temas de salud, no es solo un valor ético: puede ser literalmente una cuestión de vida o muerte.
Las redes sociales son una gran herramienta para la libertad y la comunicación, pero también son una fuente de difusión de noticias falsas y de manipulación del público a través de ellas. Desde ahora mismo es necesario estar atentos y verificar cada noticia importante, especialmente si genera inquietud y alarmismo. Si descubrimos una noticia falsa, debemos señalarla inmediatamente e intervenir con las pruebas obtenidas para que otros no caigan en la trampa. Las noticias falsas se encuentran en muchos temas, especialmente en el deporte. En relación con el mercado, se señalan traspasos y fichajes de jugadores a otros equipos totalmente inventados. Lo mismo ocurre en la política, donde se difunden leyendas urbanas sobre personajes y acontecimientos para perjudicar a los adversarios. Aunque las noticias ya hayan sido desmentidas, se vuelven a publicar, porque se confía en la ignorancia de los lectores y en el hecho de que la gente tiende a creer lo que le gusta.