¿Se puede evitar? Claro, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles y la producción de CO₂. La ciencia nos advierte: «hay un punto de no retorno, más allá del cual la corriente se detendrá por completo». ¿Y después? Debemos prepararnos para vivir en otra era climatológica. Más fría y con muchos riesgos.
La corriente del Golfo, que transporta el agua caliente hacia el norte a lo largo de la costa americana y desciende una vez que llega al Ártico, hacia el sur, se está ralentizando y está a punto de colapsar. Podría ocurrir en los próximos 100 años, pero nadie puede saber cuándo sucederá exactamente. El proceso ha comenzado e incluso puede acelerarse. La causa es el calentamiento global que derrite el hielo ártico y aumenta el agua dulce en el océano Atlántico, reduciendo la salinidad del mar, factor crucial para la densidad del agua y la circulación de las corrientes.
Lo confirma un estudio publicado en Sciences Advances
Así lo confirma un estudio publicado en Sciences Advances, que indica un riesgo significativo de bloqueo de la circulación termohalina atlántica conocida como AMOC (Atlantic Meridional Overturning Circulation). Se trata de un mecanismo complejo en el que intervienen numerosas corrientes profundas y superficiales y al que está conectada la más conocida Corriente del Golfo.
¿Por qué se ralentiza y por qué podría hundirse?
La desalinización modifica la densidad del agua de mar, que tiende a no hundirse porque es más ligera. Por tanto, el proceso de circulación que lleva el agua más fría de vuelta al sur no se activa. Europa occidental y septentrional, que se benefician del calor transportado por la corriente del Golfo, experimentarían temperaturas más frías, sobre todo en invierno.
¿Qué podría ocurrir?
La ausencia de corrientes que transporten agua caliente hacia el norte podría provocar una subida del nivel del mar de hasta 70 cm en la costa este de Estados Unidos. Con inundaciones en las metrópolis costeras, en primer lugar Nueva York. Miami y las islas del Caribe también sufrirían inundaciones.
La ausencia de corrientes cálidas podría provocar un aumento de la extensión de los hielos polares. Pero el hecho terrible sería un aumento de las heladas en toda Norteamérica.
Los patrones meteorológicos se verían alterados, con un aumento de las precipitaciones en algunas zonas y una disminución en otras.
La circulación oceánica es importante para el clima mundial y el colapso de la corriente del Golfo más al sur podría poner en peligro la selva amazónica. Las precipitaciones aquí sufrirían un cambio drástico, convirtiendo la selva en una pradera, y el hemisferio sur se volvería cada vez más cálido.
Todo el sistema de corrientes oceánicas se vería alterado
Tenemos que pensar en la Corriente del Golfo como una cinta que mueve las corrientes oceánicas debido a la diferente densidad del agua, por la temperatura y la salinidad. Una parte de un complejo sistema de equilibrio que se ha formado a lo largo de más de 10.000 años y que une las aguas de todo el planeta. Una alteración en una sola parte de la «cinta» afectaría a todo el sistema. Las consecuencias también cambiarían el clima en Asia y África.
La ralentización lleva produciéndose desde 1950 y pronto podría llegar a su punto de ruptura
La Corriente ya se ha ralentizado un 15% desde 1950. La debilidad de su acción ya está causando problemas al clima. Un estudio danés de 2023 pronosticó un agravamiento del problema entre 2025 y 2095. Los escenarios previstos hablan de conmoción climática para las zonas del hemisferio norte. En concreto, Escandinavia y Gran Bretaña experimentarían un enfriamiento muy notable, con un descenso de 3 ºC cada década y de hasta 20 ºC en la costa noruega. Inviernos más largos. Con consecuencias para los productos agrícolas y la ganadería.
¿Qué se puede hacer para evitar la ralentización de la corriente del Golfo?
La prioridad es reducir las causas del calentamiento global. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el deshielo del Ártico que diluye el agua salada del Atlántico, debilitando la corriente. Acelerar la transición energética hacia fuentes renovables (eólica, solar, hidráulica) y reducir el uso de combustibles fósiles. Proteger y restaurar los ecosistemas marinos y terrestres. Los bosques y los océanos absorben CO₂. La deforestación y la contaminación marina agravan el problema. Reforestación, protección de los humedales y reducción de la contaminación de los océanos (eliminar plásticos, vertidos químicos).
¿Cómo debemos organizarnos si se bloquea la Corriente del Golfo?
Si la AMOC se detuviera, el clima europeo se volvería más frío e inestable. Sería necesario adaptar el sistema de producción agrícola. Cultivar variedades resistentes al frío y desarrollar invernaderos calentados con energías renovables. Crear reservas estratégicas de alimentos para hacer frente a las malas cosechas.
Infraestructuras resistentes. Mejorar el aislamiento térmico de las viviendas para reducir las necesidades energéticas en los inviernos más fríos. Modernizar las redes eléctricas para que resistan las tormentas y los picos de demanda.
Planes de emergencia nacionales e internacionales. Sistemas de alerta temprana para olas de frío extremo. Cooperación internacional para gestionar las migraciones climáticas y las crisis alimentarias. Reducción de la dependencia de las importaciones. Si el transporte marítimo se viera interrumpido por tormentas más intensas, sería crucial aumentar la autosuficiencia energética y alimentaria.
Sería como una nueva Pandemia
Si no se puede limitar el calentamiento global para preservar la AMOC, será necesario prepararse para escenarios extremos con políticas de adaptación climática. Será como una nueva Pandemia. Una tragedia que afectará a toda la humanidad. La colaboración mundial es esencial, porque bloquear la Corriente del Golfo tendría repercusiones mundiales.