El nuevo centro de detención migratoria en el corazón de los Everglades ha sido impulsado por legisladores del estado de Florida para respaldar el programa de deportaciones masivas del expresidente Donald Trump
Un convoy de camiones cargados con carpas, materiales de construcción y baños químicos se dirige lentamente hacia un aeropuerto olvidado, en pleno corazón de los Everglades de Florida, una reserva natural declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero no, no se trata de una nueva atracción turística ni de un campamento ecológico. Lo que se está levantando en medio de esta vasta extensión de pantanos subtropicales es algo muy distinto: un centro de detención para migrantes, ya apodado por los locales como el “Alcatraz del Caimán”.
Según los promotores de esta iniciativa, la ubicación —una zona remota, húmeda e infestada de reptiles— servirá como elemento disuasorio para quienes intenten escapar. “No necesitamos invertir tanto en seguridad perimetral. Si alguien logra salir, lo único que encontrará son caimanes y pitones”, dijo sin rodeos el fiscal general del estado, James Uthmeier, en un video con música rock que publicó en redes sociales. Una declaración que, lejos de tranquilizar, ha encendido aún más la polémica.
Un aeropuerto olvidado, una prisión en potencia
El centro se está construyendo en lo que fue el aeropuerto de entrenamiento y transición Dade-Collier, a unos 70 kilómetros de la ciudad de Miami. Hoy, esa pista abandonada, rodeada por humedales infestados de mosquitos, se convertirá en una prisión temporal con capacidad para albergar a mil personas, aunque muchos sospechan que podría terminar siendo permanente.
El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, firmó una orden ejecutiva en 2023 autorizando la transformación del lugar, invocando poderes de emergencia para frenar lo que describió como una “ola de migración ilegal” en el sur del estado.
“El ‘Alcatraz del Caimán’ es solo el inicio”, advirtió DeSantis durante una conferencia de prensa reciente. “Probablemente hagamos algo similar en Camp Blanding”, una antigua base militar ubicada a más de 300 millas al norte del estado. Según dijo, el proyecto ya está siendo evaluado por autoridades estatales y podría anunciarse oficialmente en los próximos días.
Críticas por el trato y el impacto ambiental
La respuesta de organizaciones ambientalistas y defensores de derechos humanos no se ha hecho esperar. Betty Osceola, miembro de la comunidad indígena Miccosukee que vive cerca del lugar, participó recientemente en una protesta para exigir la paralización del proyecto. Desde la orilla de un canal donde se asomaba un caimán, expresó su preocupación por los daños ecológicos que podría causar la construcción.
“No creo que este centro sea temporal como dicen. Estoy convencida de que lo van a mantener operativo por años”, señaló Osceola. “Además, me preocupan las condiciones en que van a vivir los detenidos. Esto es un pantano, un lugar inhóspito”.
Organizaciones como Friends of the Everglades también han alzado la voz, advirtiendo sobre el impacto devastador que podría tener este centro sobre un ecosistema único en el mundo. Por su parte, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) de Florida calificó el plan como “cruel y absurdo”, y denunció que el sistema migratorio de EE. UU. está siendo utilizado cada vez más para castigar a las personas, en lugar de tratarlas con justicia.
“La mayoría de los centros de detención del ICE ya tienen un historial de negligencia médica, abuso psicológico, y restricciones al acceso a representación legal. Este nuevo centro no será la excepción”, afirmó la ACLU en una declaración a la BBC.
Deportaciones masivas en marcha
Mientras tanto, la administración Trump ha anunciado lo que llama “el mayor programa de deportaciones masivas de la historia”. De acuerdo con datos obtenidos por CBS News, el ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) mantiene detenidas actualmente a más de 59.000 personas, una cifra que supera en un 140% la capacidad oficial de estos centros.
La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, aseguró en un comunicado que la construcción del centro de detención en Florida será financiada por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), normalmente dedicada a desastres naturales. “Estamos trabajando a toda máquina para encontrar soluciones rápidas y eficientes que respondan al mandato del pueblo estadounidense: sacar del país a los inmigrantes ilegales con antecedentes criminales”, afirmó.
Según Noem, el centro será una solución “económicamente viable” y permitirá “expandir rápidamente la capacidad del sistema migratorio sin necesidad de grandes inversiones estructurales”.
¿Una prisión natural o un lugar de torturas?
El video del fiscal Uthmeier, difundido ampliamente en redes, termina con una frase contundente: “Con Alcatraz del Caimán, no habrá adónde ir. No habrá dónde esconderse”. Una declaración que, para muchos, resume el espíritu del nuevo enfoque migratorio en Estados Unidos: castigo, aislamiento, y miedo.
Pero para otros —sobre todo en el Caribe y América Central, de donde proviene una gran parte de los migrantes detenidos— esta política despierta indignación. ¿Cómo es posible que personas que huyen de la violencia, la pobreza o la persecución sean encerradas en condiciones tan inhumanas? ¿Y cómo puede un país que se proclama defensor de los derechos humanos justificar semejante trato?
Mientras se colocan los últimos bloques de concreto y se alzan las cercas en medio del pantano, una cosa es segura: el “Alcatraz del Caimán” no será solo una prisión para migrantes. Será también un símbolo del rumbo que ha tomado la política migratoria en Estados Unidos. Y, quizás, un recordatorio de que el miedo nunca debe ser la base de la justicia.