Occidente vive hoy grandes contradicciones. Por un lado, promete progreso y justicia; por otro, defiende privilegios que profundizan la desigualdad y destruyen el planeta. ¿Cómo encontrar un equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
Occidente vive grandes contradicciones. En tres artículos que publicamos por separado para facilitar su lectura, abordamos estas contradicciones que amenazan con llevarnos al borde del precipicio. Es un momento en el que Occidente no parece saber qué dirección tomar. Ante todo, hay que evitar la del precipicio. En principio o razonando por el bien social, deberían hacerse ciertas cosas. En el plano de la productividad económica y del interés privado, se hace lo contrario. Los que gozan de privilegios no quieren renunciar a ellos. Siguen explotando los recursos, dañando el medio ambiente, derrochando y consumiendo en detrimento de los demás y de nuestro propio futuro.
Crecimiento económico frente a sostenibilidad medioambiental
Occidente promueve modelos de desarrollo basados en el crecimiento y el consumo infinitos, al tiempo que intenta alcanzar objetivos de sostenibilidad y descarbonización. Con cada pequeño avance en sostenibilidad, se produce la correspondiente protesta y retroceso por parte de algunos países que egoístamente no quieren renunciar a sus ventajas. Por un lado, Estados Unidos se retira de la participación en tratados internacionales contra el calentamiento global (Paris), del tratado de financiación de la OMS, etcétera. Ahora también amenazan con abandonar la OTAN, para no contribuir a los gastos de defensa de Europa. Por otro lado, países como China e India, que han alcanzado recientemente un cierto nivel de progreso productivo, no quieren restringir sus niveles de consumo y despilfarro en beneficio de quienes llevan más tiempo consumiendo y despilfarrando y son los mayores responsables del calentamiento global.
Crecimiento y consumo, las verdaderas causas del desastre medioambiental
Las economías avanzadas siguen incentivando el consumo (por ejemplo, el Black Friday, la fast fashion) a pesar de la evidencia de la sobreexplotación de los recursos. Los gobiernos financian la transición ecológica (por ejemplo, el Green Deal de la UE), pero mantienen las subvenciones a los combustibles fósiles (en 2022, la UE gastó más de 50.000 millones de euros en subvenciones directas e indirectas al petróleo y el gas). El individualismo occidental (por ejemplo, coches privados, viajes de bajo coste) contrasta con la necesidad de tomar decisiones colectivas para reducir la huella ecológica.
La paradoja es que se pide a los ciudadanos que cambien su estilo de vida, mientras el sistema económico recompensa a quienes producen y consumen más.