Desde el 2023 14.500 pandilleros viven encerrados en una prisión gigantesca y hermética. Este penal es una máquina de represión que borra de un plumazo derechos fundamentales. Considerando lo difícil que es vivir en esas condiciones, la silla eléctrica sería casi preferible para el recluso.
Ubicado a unos 70 kilómetros al este de San Salvador, en medio de una zona rural alejada de cualquier comunidad, el CECOT está diseñado como una ciudad amurallada para el encierro. Rodeado de muros altísimos, torres de vigilancia y tecnología de última generación, puede albergar hasta 40,000 reclusos, convirtiéndose en una de las cárceles más grandes del continente. Al 11 de junio de 2024, esta macrocárcel tenía una población de 14 532 reclusos.
No es un penal cualquiera: fue concebido para encerrar exclusivamente a miembros de las temidas maras y a acusados de terrorismo. Desde pandilleros de bajo rango hasta jefes históricos, todos caen bajo un mismo régimen de aislamiento y control absoluto.
La carcel más dura e incomoda
La prisión tiene 256 celdas, cada una de las cuales está formada por tres paredes de cemento y unos barrotes.
Cuenta con 8 pabellones o módulos de 5.446 metros cuadrados con 32 celdas cada uno.
El techo es una malla en rombos con filo para evitar que los presos se puedan colgar y sirve de plataforma desde la cual los custodios los vigilan.
Para asearse o lavar la ropa los internos usan el agua de dos pilas cuyo suministro se controla desde el exterior. Hay dos retretes sin ninguna privacidad.
No hay ventanas, ventiladores o extractores.
En el calabozo de castigo solo hay una plancha de cemento que hace de cama, una pila de agua, y un retrete.
EE.UU. paga a El Salvador para detener 300 migrantes
Bukele publicó en redes sociales que 238 presuntos miembros de la banda criminal venezolana Tren de Aragua habían llegado en la madrugada del domingo el Cecot, junto con otros supuestos 23 miembros de la MS-13.
La llegada de los migrantes venezolanos a El Salvador se da en el marco de un acuerdo por el cual Trump le pagará al gobierno salvadoreño USD 6 millones para que albergue a unos 300 migrantes por un año, según informó la agencia de noticias AP.
«Un acuerdo sin precedentes, el más extraordinario del mundo«, dijo en febrero el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, quien se había reunido con Bukele en su gira por Centroamérica. Rubio confirmó que El Salvador había accedido a recibir deportados de otras nacionalidades.
El salvador tenía 103 homicidios por 100.000 personas (2015)
Para 2020, se estimaba que había 60.000 pandilleros y 400.000 colaboradores en el país.
Las pandillas adquirieron influencia y ganaron dinero mediante asesinatos, extorsiones, tráfico de drogas y la gestión de negocios. También influyeron en la política nacional al impedir que los candidatos políticos hicieran campaña en ciertos barrios bajo su control y sus líderes de las pandillas declararon que podrían determinar los resultados de las elecciones. Debido a la violencia de pandillas, El Salvador tenía una de las tasas de homicidios más alta del mundo, alcanzando una tasa máxima de 103 homicidios por cada 100.000 personas en 2015 (la tasa más alta del mundo).
Quien entra al CECOT se despide del mundo exterior
Sin visitas, sin llamadas, sin abogados: Los reclusos no pueden recibir a sus familias ni comunicarse por medios virtuales. Incluso el acceso a defensores legales está severamente restringido. Sólo ellos pueden iniciar sesión en línea mediante una computadora en una sección dedicada.
Celdas sin ventanas. Cada espacio es oscuro, apenas iluminado con luz artificial. 24/7. Los presos duermen en camas metálicas sin colchón.
La privacidad no existe: las cámaras y los guardias vigilan cada movimiento. Los guardias tienen sus caras cubiertas con pasamontañas, para que no se identifiquen.
Agua y baños racionados. El acceso a lo más básico se controla como un privilegio, no como un derecho.
Los guardias, armados y apostados en torres elevadas, mantienen una vigilancia permanente. Cualquier intento de desobediencia se castiga con dureza inmediata.
Un régimen de máxima dureza
El CECOT opera bajo lo que el gobierno llama un “régimen de máxima seguridad sin concesiones”. Todo está diseñado para quebrar el poder de las pandillas:
No hay espacios para reuniones ni actividades colectivas.
No circula dinero, comida ni objetos personales. Ni tampoco móvil.
Los reclusos pasan la mayor parte del tiempo encerrados en sus celdas.
La lógica detrás de esta estrategia es clara: eliminar la posibilidad de que los líderes de maras sigan ordenando crímenes desde la cárcel, como ocurría en el pasado. Y como sigue ocurriendo en las cárceles italianas con los detenidos por mafia u otros delincuentes.
Críticas y denuncias
Organismos de derechos humanos denuncian que el CECOT viola normas internacionales de trato a los prisioneros. Se cuestiona la ausencia de debido proceso en muchos arrestos masivos y la incomunicación absoluta de los internos.
Amnistía Internacional y Human Rights Watch han señalado que estas condiciones equivalen a tortura psicológica. La falta de contacto humano, la oscuridad constante y la incertidumbre sobre el futuro convierten la vida dentro del penal en un castigo extremo.
¿Orgullo nacional o símbolo de autoritarismo?
Para buena parte de la población salvadoreña, el CECOT es un triunfo: después de décadas de vivir bajo el terror de las maras, muchos sienten que al fin tienen un gobierno que les devolvió las calles. La popularidad de Bukele, que ronda niveles récord, está íntimamente ligada a la existencia de esta megacárcel.
Sin embargo, para críticos y organismos internacionales, el CECOT se ha convertido en el símbolo de una política autoritaria: un lugar donde el Estado decide quién pierde todos sus derechos en nombre de la seguridad.
Una cárcel que refleja un país dividido
El CECOT no es solo un penal; es un espejo de la realidad salvadoreña. Por un lado, la esperanza de millones que celebran el fin del dominio de las pandillas. Por el otro, el temor de que, en ese camino, se normalice un modelo donde la justicia cede su lugar al poder absoluto del Estado.
En el fondo, la gran pregunta que queda abierta es:
¿Puede un país construir seguridad duradera basándose en el encierro masivo y el aislamiento extremo?