En el mundo, las superpotencias cada vez influyen más. Incluso el Derecho Internacional es pisoteado ante sus exigencias. Para resistir y tener relevancia, América Latina no puede seguir dividida y dependiente. La unión política y comercial es el único camino viable.
Si consideramos el bloque completo de países de América Latina, desde México hasta Chile, incluyendo Centroamérica y el Caribe, vemos un continente con recursos y potenciales enormes. Una cultura prácticamente homogénea, con similitud lingüística. Salvo excepciones como Belice (inglés), Surinam (neerlandés), Guyana (inglés) y la Guayana Francesa (francés). Mientras Norteamérica y Australia son uniformes, otros continentes no lo son. América Latina tiene facilidad para el intercambio y la integración. Una posición geográfica envidiable entre los dos océanos más importantes, en las rutas entre Asia, África/Europa y Norteamérica.
665 millones de habitantes, recursos estratégicos clave
El PIB agregado de América Latina ronda los 6,5 billones de dólares (similar al de Alemania). El crecimiento promedio en 2024: ~1,5% (FMI), inferior al de Asia y África. Sin embargo, el mercado interno del continente crece constantemente. Las remesas (principalmente de EE.UU. y España) alcanzan 150 mil millones de dólares anuales, sosteniendo economías como las de El Salvador y Guatemala. La UE es el tercer socio comercial de la región y busca impulsar el acuerdo UE-Mercosur (bloqueado por disputas ambientales). El mercado latinoamericano abarca 665 millones de personas, con una clase media en expansión en países líderes como Brasil, México, Colombia y Perú.
Recursos naturales estratégicos como el litio (clave para computadoras, teléfonos y baterías solares), cobre, petróleo, gas, tierras raras, agua dulce y tierras agrícolas no degradadas son cruciales para la transición energética global. Tres economías destacan:
– Costa Rica: líder en energías renovables y tecnología.
– Uruguay: estabilidad política y economía digital.
– República Dominicana: auge turístico y manufacturero.
EE.UU. y Europa siempre vieron a América Latina como tierra de conquista
Aun así, el bloque regional está siempre a punto de despegar, pero no termina de hacerlo. ¿Qué lo frena?
1. La competencia con EE.UU. y Europa, que históricamente han visto a la región como un mercado para explotar, no como un socio. Pero algo está cambiando: si los aliados tradicionales no actúan, China parece estar notando el potencial latinoamericano.
2. El crimen organizado y el narcotráfico se benefician de un continente en crisis. Este fenómeno frena el desarrollo y explota el territorio como fuente de materias primas y mano de obra barata, aliándose con mafias europeas y norteamericanas para obtener ganancias billonarias.
El narcotráfico se concentra en México y Colombia, pero Perú, Bolivia, Ecuador y Paraguay son ahora nodos clave. Además, el crimen se ha diversificado (minería ilegal de oro, tráfico de migrantes, cibercrimen). Haití, República Dominicana y Puerto Rico son usados como puentes hacia EE.UU., Canadá y Europa. Las pandillas más violentas están en Centroamérica, con altas tasas de homicidios en Venezuela y Honduras.
La fragmentación política frena a América Latina
Ningún país latinoamericano tiene peso geopolítico comparable a China, EE.UU. o Rusia. El Mercosur y la CELAC nunca fueron bloques fuertes, pero la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia, México) es más dinámica y pro libre comercio.
Los BRICS (con Brasil aliado a Rusia, India, China y Sudáfrica) podrían ser un contrapeso a EE.UU., especialmente ante la guerra de aranceles. Pero la idea de «Make America Great Again» choca con la realidad: China ya no es un país de campesinos, y Rusia es su aliada. Japón, India y otras potencias emergen en manufactura (autos, tecnología), sectores que EE.UU. externalizó por costos bajos.
Diversificar las economías de America Latina
La región sigue dependiendo demasiado de las materias primas. Las exportaciones son mayormente commodities, lo que hace vulnerables a las economías ante fluctuaciones de precios. Los estados deben diversificarse. Excepciones:
– Brasil: sector aeroespacial, automotriz y agroindustrial.
– México: manufacturas (autos, electrónica) gracias al nearshoring.
– Argentina: industria farmacéutica y tecnología (satélites, nuclear).
El problema es la falta de innovación y valor agregado en las cadenas globales. La influencia de EE.UU. se debilita, y muchos países buscan alternativas. Para atraer inversiones, debe reducirse el crimen organizado, pero en algunos casos, estos grupos controlan el estado (ej. Ecuador, Haití).
Nuevas alianzas en crecimiento
EE.UU. domina en México, Centroamérica y el Caribe (con acuerdos como el T-MEC), pero las políticas de Trump podrían erosionar su posición. China ya es el primer socio comercial de Brasil, Chile y Perú, invirtiendo en infraestructura (canal en Nicaragua, puerto en Perú) y explotando recursos agrícolas/mineros. Rusia busca alianzas con Venezuela y Nicaragua; Irán con el gobierno de Maduro. Turquía e India también aumentan su presencia.
Tras la «marea rosa» (Lula, AMLO, Petro, Boric), algunos países buscan autonomía de EE.UU., con resultados dispares.
Escenarios futuros posibles
1. Integración regional reforzada: Si Mercosur y la Alianza del Pacífico se unen, podrían crear un bloque económico más fuerte. Se necesita una «Unión de Estados» que quizás derive en una Federación.
2. Neonacionalismo de recursos: México, Chile y Bolivia están nacionalizando sectores estratégicos (litio, petróleo), reduciendo el control extranjero.
3. Crecimiento del «Sur Global»: Si América Latina se alía con otros emergentes (BRICS+, ASEAN, África), ganaría peso en instituciones globales. Colombia ya se alejó de la OTAN y se acercó a los BRICS. Argentina firmó acuerdos con China e Israel, jugando a dos bandas.
La rivalidad comercial entre EE.UU. y China podría beneficiar a América Latina, pero la política más sabia sería no alinearse con ninguno y sacar el máximo provecho.
Unión para enfrentar la crisis climática
La región sufrirá más sequías, huracanes y migraciones (ej. Venezuela, Centroamérica), lo que generará tensiones sociales. La unión sería una respuesta logística efectiva. Hay que superar diferencias ideológicas y encontrar liderazgo entre México y Brasil.
Las alianzas se redefinen, y quizás, en esta fase, lo mejor sea mantenerlas indefinidas. No se trata de elegir entre EE.UU. y China, sino entre dependencia y soberanía. Vuelve el sueño de Bolívar y Martí: construir una Gran Patria Latinoamericana. De lo contrario, seguirá siendo una región explotada por sus recursos, con un papel secundario en el mundo. La ventana de oportunidad está abierta, especialmente si se capitaliza la crisis de la hegemonía occidental y el auge del multipolarismo.