La inauguración del puerto de Chancay, el pasado 14 de noviembre, al norte de Lima, representa un movimiento clave en la competencia entre China y Estados Unidos por la influencia en Sudamérica. Mientras Trump impone aranceles y obliga a sus aliados a comprar gas y armas, China ofrece negocios ventajosos.
El presidente chino Xi Jinping y la presidenta peruana Dina Boluarte inauguraron el año pasado el megaproyecto portuario de Chancay, construido con inversión china a 80 km al norte de Lima. Además de estas inversiones, Pekín ha ampliado su presencia diplomática, cultural y militar no solo en Perú, sino en toda la región sudamericana. Hoy en día, casi todo el continente está cambiando sus alianzas comerciales. Recientemente, incluso Colombia se ha manifestado en contra de la OTAN por el apoyo brindado a Israel en lo que se ha calificado como un genocidio contra los palestinos en Gaza y Cisjordania.
Desde 2020, China se ha convertido en el principal socio comercial del continente, superando a Estados Unidos.
El megaporto representa la salida al Pacífico del corredor terrestre-marítimo que conecta Shanghái con Sudamérica y el resto del mundo. Fue financiado con 3.400 millones de dólares mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que guía la estrategia china para aumentar su influencia global. Así, mientras Trump maltrata a sus aliados históricos imponiéndoles aranceles y obligaciones de compra de gas y armas para sostener la guerra en Ucrania y apoyar al desacreditado gobierno de Netanyahu en Israel, China cierra acuerdos comerciales y culturales y avanza sobre zonas de influencia occidental, como ya ha hecho en África y Asia.
Estrategia china: acceso a las reservas de litio
Según estimaciones del Ministerio de la Producción, la enorme inversión en Perú debería generar 4.500 millones de dólares anuales, equivalentes al 1,8 % del PIB peruano, y garantizar unos 7.500 puestos de trabajo. El objetivo es exportar litio, cobre, soya (y arándanos). Es evidente la estrategia china de asegurarse el acceso a las reservas de litio en Bolivia, arrebatándoselas a los estadounidenses, para fabricar baterías de sistemas eléctricos e informáticos del futuro.
Un puerto con tecnológia avanzada
El puerto de Chancay cuenta con infraestructura tecnológica avanzada, es resistente a terremotos de magnitud 8.5 y a los tsunamis que puedan generarse. Sus aguas profundas pueden albergar cargueros capaces de transportar hasta 24.000 contenedores cada uno. Actualmente, la mercancía que sale del puerto brasileño de Manaos se dirige a México y a Estados Unidos a través del Canal de Panamá. Con Chancay, se evita todo ese trayecto y se va directamente hacia Asia. La presencia del Autopista Panamericana conectará Chancay con las ciudades del Atlantico, reduciendo el viaje a unos 20 días en lugar de los 35 o 40 actuales. Además, tras la sequía que afectó recientemente al Canal de Panamá y obligó a desviar barcos hacia el Estrecho de Magallanes, la costa peruana se presenta como una solución económicamente ideal. El puerto peruano se convertirá en el centro logístico de toda América Latina.
Preocupación en EE.UU.
La inauguración del puerto andino ha generado fuertes preocupaciones en Estados Unidos. Los aliados están abandonando a Washington por todos lados. Perú, Colombia, Brasil, México, Chile, entre otros, están optando cada vez más por alternativas frente a las onerosas imposiciones del gigante del norte. Ya son 22 los países de América Latina que han firmado acuerdos con Pekín para unirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Queda por ver cómo equilibrar los beneficios económicos con las preocupaciones sobre la soberanía nacional. Para no depender de Estados Unidos, tampoco sería una buena idea quedar en manos de los chinos. En su intento de debilitar la influencia estadounidense, la República Popular China ha lanzado varias iniciativas. Otra infraestructura clave para sus planes es el Corredor Interoceánico de Nicaragua, una ruta que también se plantea como alternativa al Canal de Panamá.
El corredor de Nicaragua
El proyecto nicaragüense, respaldado por capital chino, busca conectar el Atlántico y el Pacífico a través de una combinación de ferrocarriles, carreteras y puertos profundos. Aunque su viabilidad técnica ha sido cuestionada, su simbolismo es claro: China demuestra que puede ofrecer alternativas a infraestructuras clave controladas por EE.UU. Esta solucion reduciría la dependencia del Canal de Panamá, por donde pasa el 5% del comercio mundial.
Solo che hay un riesgo: la inestabilidad política de Nicaragua y las sanciones occidentales podrían retrasarlo, pero China juega a largo plazo y ya tiene la solución peruana como opcion secundaria. La inversión china en el megapuerto de Chancay (Perú) y el Corredor Interoceánico Nicaragua no son proyectos aislados, sino partes clave de una misma estrategia: debilitar el control logístico de EE.UU. en la región y crear rutas alternativas dominadas por Beijing.
Por qué dos rutas? La estrategia dual de China
1. Diversificación de riesgos:
– Si un proyecto falla (ej. el Corredor Nicaragua, por inestabilidad política), Chancay sigue operando.
– El Canal de Panamá enfrenta sequías y congestión; China quiere opciones redundantes.
2. Segmentación de mercados:
– Chancay sirve al Cono Sur (Perú, Chile, Brasil).
– Nicaragua apunta a Centroamérica y el Caribe, incluso para reexportar a EE.UU. vía México.
3. Control de cadenas logísticas:
– China ya es dueña de puertos claves en la región (Bahía de Cienfuegos en Cuba, Manta en Ecuador). Con Chancay y Nicaragua, dominaría ambos extremos de las Américas.
Riesgos y desafíos
– Nicaragua: El proyecto avanza lentamente por sanciones occidentales y la crisis de Ortega.
– Perú: Chancay enfrenta resistencias locales por impacto ambiental, pero su viabilidad económica es clara.
El «String of Pearls» latinoamericano
China está replicando en América Latina su estrategia del «Collar de Perlas» (red de puertos en el Índico para rodear a India). Con Chancay en el Sur y Nicaragua en el Norte, Beijing busca:
– Evitar el estrangulamiento logístico por EE.UU. (como en el Canal de Panamá o el Estrecho de Malaca).
– Convertirse en el socio comercial hegemónico de la región.
Mientras Washington se enfoca en Ucrania y Oriente Medio, China gana la guerra silenciosa por las rutas del comercio global.
Dato clave: El 25% del comercio Perú-China ya pasa por Chancay, y se espera que crezca al 40% para 2030 (Fuente: Ministerio de Transportes de Perú).
Expansión del BRICS y la diplomacia monetaria
China está impulsando a países latinoamericanos a unirse al BRICS (Brasil ya es miembro; Argentina fue invitada en 2023, aunque con retrocesos bajo Milei). Los objetivos:
– Desdolarización: Promoción de pagos en yuanes en comercio bilateral (ej. Argentina y Brasil ya usan monedas locales en intercambios con China).
– Banco de los BRICS: Financiamiento alternativo al FMI y el Banco Mundial, con menos condicionalidades políticas.
Acuerdos comerciales asimétricos (pero seductores)
China ha firmado TLC con Chile, Perú y Costa Rica, y negocia con Uruguay y Ecuador. Estos acuerdos, aunque benefician a Beijing en términos de acceso a materias primas, ofrecen a la región:
– Mercado garantizado para commodities (soja, cobre, litio).
– Inversión en industrias extractivas, aunque con críticas por daño ambiental.
Control de recursos estratégicos
Litio: Empresas chinas dominan la producción en Argentina (ej. Zijin Mining en el salar de Hombre Muerto) y tienen fuerte presencia en Bolivia y Chile.
Petróleo: Venezuela, pese a su crisis, sigue enviando crudo a China como pago por deudas.
Infraestructura digital: Huawei y la 5G
Exclusión de empresas occidentales: Gobiernos como Brasil y México han permitido a Huawei participar en redes 5G, pese a presiones de EE.UU.
Vigilancia y soft power: Exportación de sistemas de seguridad chinos (ej. cámaras con reconocimiento facial en Ecuador).
Militarización encubierta
Aunque China niega ambitions militares en la región, hay señales preocupantes para Washington:
Base espacial en Argentina (Neuquén), usada teóricamente para investigación pero con potencial dual.
Venta de equipamiento militar a Bolivia y Venezuela.
¿Puede EE.UU. contraatacar?
La estrategia china en América Latina es clara: ofrecer lo que EE.UU. ya no puede (o no quiere) dar—financiamiento sin condiciones, infraestructura y un discurso de «no intervención». Sin embargo, los riesgos para la región incluyen:
Dependencia económica: Repetición del modelo extractivista, ahora con socios asiáticos.
Fragilidad política: Los cambios de gobierno (ej. Argentina) pueden alterar alianzas.
Mientras Washington se distrae con guerras en Europa y Oriente Medio, China consolida su influencia en el «patio trasero» estadounidense. La pregunta no es si el plan funciona, sino cuánto tiempo le tomará a EE.UU. reaccionar.