Dal film: La dolce vita":Anita Ekberg y Marcello MastroianniDal film: La dolce vita":Anita Ekberg y Marcello Mastroianni

Italia siempre ha sido sinónimo del arte de vivir: una marca, un estilo, un modelo cultural exportado al mundo, inmortalizado por Fellini. Pero hoy, ¿sigue existiendo ese mito? ¿Se vive bien en Italia? Quizás sí, si eres un turista adinerado de paso. Pero para los italianos que viven allí, la realidad es muy diferente. 

La auténtica Dolce Vita pertenece a los años 60, la época del boom económico, cuando el optimismo inundaba el país. Había fe en el futuro, oportunidades de crecimiento y ganas de divertirse. Era una época en la que podías comprar un Fiat 600 sin endeudarte, permitirte meses de vacaciones y reunir a la familia en salidas dominicales. Hoy, en cambio, somos un pueblo de solteros incluso cuando estamos en pareja, aplastados por sueldos estancados y facturas imposibles de pagar. 

Un eslogan que se resiste a morir

El eslogan “la Dolce Vita” sobrevive solo como postal para turistas. Italia sigue siendo un destino soñado, pero muchas veces basta una sola visita para darse cuenta de que el encanto se desvanece tras las ineficiencias del día a día. Demasiados, después de esa primera vez, no vuelven. 

El mundo ha cambiado (y para peor)

En realidad, tampoco es que se viva mucho mejor en otros lados. Entre crisis climáticas, guerras, inflación y recesiones globales, el planeta parece haber perdido la ligereza. Los ricos buscan refugio en ciudades símbolo del lujo estéril—Dubái, Singapur, Miami, Mónaco—donde la diversión es estandarizada entre Grandes Premios de F1 y resorts relucientes. Italia, en cambio, todavía ofrece autenticidad: arte, paisajes, enogastronomía. Solo que para apreciarlos hace falta cultura, conocimiento… y eso hoy escasea en todas partes. 

El mito sobrevive en el cine, la moda y la comida

Gran parte del éxito italiano se debe al cine, la moda y la cocina. En los años 60, la elegancia estaba en todas partes: nadie andaba con ropa deportiva sucia o jeans rotos. Los latin lovers todavía sabían cortejar, y la moda italiana dictaba tendencia en el mundo. Personajes como Mastroianni, Loren, Olivetti o Gianni Agnelli encarnaban un estilo envidiable. Hoy, de ese glamour queda poco: la dignidad al vestir se ha evaporado, las relaciones humanas se han empobrecido, y el Made in Italy a menudo solo sobrevive en publicidad. La marca, mientras tanto, se ha vaciado de significado entre empresas vendidas al extranjero, deslocalizadas, que comercian productos fabricados en Turquía, Bangladés, India, Tailandia o China, pero vendidos como italianos. 

Y sin embargo, el patrimonio sigue ahí: Roma, Venecia, Pisa, Florencia, la Costa Amalfitana, las Islas Eolias, la Costa Esmeralda. El arte, la historia y los paisajes nunca decepcionan. Pero para quien vive allí, el paraíso se convierte en un infierno de burocracia, impuestos altos y servicios deficientes. 

La fuga de los jóvenes y la decadencia del espíritu italiano

Los jóvenes se van: 100.000 al año, muchas veces para no volver nunca. Quienes se quedan están aplastados por sueldos miserables (de los más bajos de Europa) y carreras estancadas. La Dolce Vita hoy es un lujo para pocos: jubilados adinerados, expatriados o turistas que pueden permitirse agroturismos y restaurantes con estrellas Michelin. Para el resto, la vida es una carrera de obstáculos entre facturas, trabajos precarios y la resignación de quienes sueñan con un país que ya no existe. 

Entonces… ¿por qué ir a Italia? 

Porque, a pesar de todo, Italia sigue siendo el país más bello del mundo. Si tienes dinero y tiempo, encuentras de todo y más:  Arte e historia: desde los Museos Vaticanos hasta las ruinas de Pompeya, los Uffizi en Florencia y las cerámicas de Nápoles, desde La Última Cena de Leonardo en Milán hasta los canales y “campi”de Venecia.  Naturaleza y paisajes: desde los Alpes hasta las playas de Sicilia, pasando por las colinas toscanas y el Salento con sus masseria restauradas.  Buena comida y vino: con una variedad que no tiene igual en el mundo. La cocina italiana son 20 cocinas regionales, y cada una domina a su manera. La oferta hoy es más rica que nunca, gracias a los productos DOC, DOP y los restaurantes excelentes y las trattorias familiares.  Shopping y moda: Milán, Florencia y Roma siguen siendo ciudades donde el lujo ofrece productos inigualables. 

El secreto es vivirla como turista 

Vivirla como turista, no como residente, es la única opción. Puedes ser extranjero o un italiano que vive en el exterior: cuando vuelves, solo puedes disfrutar de los beneficios que la historia, la cultura y la naturaleza reservan a este país aún único. Disfruta del sol, saborea un plato de pasta con frutos de mar, pierde el tiempo paseando por una plaza renacentista, visita talleres artesanales y compra piezas únicas para decorar tu casa o tu persona. Pero no te dejes tentar por la idea de mudarte: descubrirías demasiado pronto que el Belpaese es un amante maravilloso… pero despótico. 

Los italianos, a pesar de todo, siguen presumiendo de su país. “¡Es el más bello del mundo!”, dicen, pero mientras tanto preparan las maletas para huir al extranjero. Porque Italia es como un cuadro magnífico: hay que admirarlo desde lejos, sin escudriñar demasiado sus grietas. 

Así que, turistas del mundo, vayan: coman, beban, enamórense de las ciudades italianas. Luego, pasen por caja, saluden con una sonrisa… y regresen a casa. La verdadera Dolce Vita hoy es solo esto: ¡un tocar y marcharse! 

Carlo Raspollini

Por Carlo Raspollini

Licenciado en Ciencias Sociales en el 1974 (Trento). Periodista, presentador, autor, director y productor con una destacada trayectoria de más de 40 años en la Rai y otros networks de radio y televisión en Italia. Especialista en consultoría gastronómica y sumiller AIS. Ideator de Eventos internacionales y format para radio-tv-web, combinando su pasión por la comunicación, marketing, advertising, con sociologia, cultura, medio ambiente.

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